• Mesa de análisis sobre la influencia de este recinto en la creación literaria
  • “Es un gran honor actuar, cantar, exponer en Bellas Artes, es una consagración”, Elena Poniatowska
  • Miércoles 16 de julio, a las 19:00 horas, en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes

 

La excelencia artística en el rubro literario reconocerá al Palacio de Bellas Artes, máximo recinto cultural en México, en su 80 Aniversario, con una mesa de análisis, a celebrarse el miércoles 16 de julio, a las 19:00 horas, en la Sala Manuel M. Ponce.

 

Como parte de los festejos organizados por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de Bellas Artes, la Coordinación Nacional de Literatura programó una mesa en la que participarán creadores de gran prestigio para conversar sobre la influencia de este recinto en la literatura.

 

Desde marzo de 2014, destacados artistas nacionales e internacionales se han presentado en el Palacio de Bellas Artes para conmemorar sus 80 Años de actividad artística ininterrumpida. Entre las actividades destacan los conciertos a cargo de la Orquesta Filarmónica de San Petersburgo, la Royal Philharmonic Orchestra y del pianista chino Lang Lang, así como las exposiciones sobre Picasso y Ángel Zárraga.

 

Este miércoles 16 de julio es el turno de la disciplina literaria para honrar al recinto de mármol con una mesa de análisis en la que Margo Glantz, Jaime Labastida, Eduardo Lizalde y Elena Poniatowska, bajo la moderación de Bernardo Ruíz, disertarán sobre la creación literaria y su paso por el Palacio de Bellas Artes.

 

Para Elena Poniatowska, el Palacio de Bellas Artes ha contribuido mucho a la creación artística nacional e internacional, pues “es un gran honor actuar, cantar, exponer en Bellas Artes, es una consagración del artista”.

 

La autora de Lilus kikus recordó que el telón de la Sala Principal del recinto cultural es un referente de la belleza natural, pues una vez “estaba Rita Macedo parada en Tonantzintla, Puebla, y le dijo a Carlos Fuentes: mira, fontacho, igualito al telón de Bellas Artes. Su idea de los volcanes era la que le daba el Palacio de Bellas Artes”, añadió.

 

El telón que recuerda Poniatowska es una pieza singular, pues es el único telón antifuego en el mundo dentro de un teatro de ópera. La cortina de cristal, que siempre antecede a los mejores espectáculos, fue elaborado por la casa Tiffany de Nueva York con un millón de piezas de cristal opalescente.

 

El Presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, Jaime Labastida, recordó que la primera vez que visitó el Palacio de Bellas Artes fue en 1956 o 1957 siendo estudiante, para escuchar a la clavecinista Wanda Landowska. Tiempo después, como funcionario del INBA, recorrió el recinto “desde la cúpula hasta el sótano. Tengo gratos recuerdos de ese lugar y no hay otro semejante a él en el mundo” comentó en entrevista.

 

“He estado en el Palacio Garnier, en Francia, y en el Teatro Colón, en Buenos Aires, Argentina, pero no tienen la riqueza artística, ni el mármol de Carrará o las pinturas y murales como el nuestro”, agregó Labastida.

 

Sin embargo, el escritor señaló que el Palacio de Bellas Artes ha contribuido muy poco a la vida literaria en México, porque “está dedicado a las artes escénicas, a la ópera, a la música, la danza, tiene salas de exposición; pero si lo comparamos con recintos que realmente se dedican a la literatura, el espacio es muy pequeño”.

 

 

El Palacio de Bellas Artes tiene como antecedente inmediato al edificio que albergaba al antiguo Teatro Nacional, considerado el más importante en su género en la vida artística y cultural de nuestro país durante la segunda mitad del siglo XIX.

 

Al iniciarse el siglo XX, como parte del programa de obras arquitectónicas con las que se estaba embelleciendo a la Ciudad de México, se pensó primero en renovarlo, pero se optó por demolerlo para construir otro, acorde con el crecimiento urbano y cultural de la ciudad.

 

La ubicación del nuevo teatro fue objeto de un minucioso estudio tanto por parte de las autoridades como por su arquitecto, el italiano Adamo Boari. Finalmente, en 1901 ya se había decidido que se situaría a un costado de la Alameda Central.

 

 

Los trabajos iniciaron en 1904 con el objetivo de terminarlo en cuatro años; sin embargo, problemas presupuestales y técnicos fueron demorando su conclusión. Tras el estallido de la Revolución en 1910 y el agravamiento de la situación económica en el país, Adamo Boari regresó a Europa en 1916.

 

 

A partir de 1930, bajo la presidencia de Pascual Ortiz Rubio, el arquitecto Federico E. Mariscal fue el encargado del proyecto de la conclusión del Teatro Nacional; en 1932, con el apoyo del secretario de Hacienda, Alberto J. Pani, la obra fue revitalizada con las instrucciones precisas de concebir un edificio "(...) asiento de una institución nacional de carácter artístico", que albergara varios museos, de ahí que por primera vez en treinta años se cambiara el nombre del edificio, de Teatro Nacional al de Palacio de Bellas Artes.

 

El Palacio de Bellas Artes fue concluido por el arquitecto Mariscal el 10 de marzo de 1934.