• Olfateamos en la nota roja si hay una historia que contar: Alejandro Román

  • No es fácil de tratar, pero vive dramaturgia mexicana buen momento: Boris Schoemann

  • Existe una gran necesidad de hablar del tema

El misterio del arte y del amor surge de súbito, aseguró el dramaturgo Alejandro Román, durante la mesa redonda Estética de la violencia en la dramaturgia mexicana que se realizó en días pasados en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, como parte de las actividades literarias del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

 

Acompañado de su colega Boris Schoemann, Román señaló que “la violencia tiene distintas caras” y comentó que en su caso le interesa hacer una radiografía de la violencia urbana: “Como dramaturgo, me enajenaba, sorprendía y apasionaba la violencia de los barrios bravos, de los personajes al límite que viven en los banquetes cazando”. Por eso –dijo-- en una serie de varias obras hice, entre otras cosas, una reflexión de cómo las ciudades enajenan y enseñan a convertirse uno en consumidores voraces.

 


Dos temas que le interesaron mucho fueron los casos de una familia asesinada en Tlalpan y un caso de un bar de Michoacán, en plena efervescencia social, hace un poco más de un lustro, durante un proceso electoral. De este último caso nació su obra Cielo rojo, donde habla de dos hermanos: un judicial y un narcotraficante. “Los que andamos en el teatroolfateamos en las notas rojas si hay una historia, un drama o algo que pueda contarse y escenificarse”, explicó el muti-premiado dramaturgo.

 

Boris Schoemann afirmó por su parte que el tema no es muy fácil de tratar. Sin embargo, este es el mejor momento para la dramaturgia mexicana de hacerlo: los creadores de todos los géneros literarios hablan de una situación que no se puede esconder, afirmó el dramaturgo, actor y traductor nacionalizado mexicano.

 

Aseguró que sigue siendo un tema tabú, delicado, al grado de que muchos amigos suyos que radican en el norte del país no quieren tocar el tema de ninguna manera. De todos modos, está incluido en su escritura, indirectamente, dijo.

 

Apuntó que cada dramaturgo aborda el tema desde diferentes maneras y su poética es muy distinta entre sí. Algunos hablan sobre la violencia del narcotráfico y otros en torno a la violencia doméstica, pero en ambos casos se trata de un tema del cual se debe hablar.

 

Destacó en especial la obra El cielo en la piel, de Edgar Chía: “Es uno de los grandes momentos de la dramaturgia mexicana contemporánea, más que de violencia habla de la frialdad del crimen”, señaló Schoemann, quien también mencionó las piezas escritas por Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (LEGOM) y Bárbara Colio.

 

“En general, la dramaturgia, hable de la violencia o no, está en uno de sus mejores momentos, que es lo que sucede muchas veces cuando un país está en crisis, porque hay una gran necesidad de expresar la incapacidad en la que estamos o este sentimiento de frustración que tenemos ante la violencia. Creo que es un excelente momento para la dramaturgia mexicana”, concluyó Schoemann.