• El lunes 11 de septiembre a las 19:00 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes; entrada libre 
  • Participarán Eduardo Matos Moctezuma, Juan Villoro, Mario Lavista y Elsa Cross 
  • Su obra se suma a la calidad del mundo: Julio Hubard

 

Ramón Xirau no fue un exiliado en patria ajena, sino un transterrado en la patria grande del idioma español. De esta manera se ha referido el historiador Enrique Krauze sobre el hombre de letras que será recordado por amigos y colegas en una mesa organizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) en la que participarán Eduardo Matos Moctezuma, Juan Villoro, Mario Lavista y Elsa Cross, el lunes 11 de septiembre a las 19:00 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. El acceso será gratuito.

“Es el último de los transterrados. Así lo llamó Enrique Krauze, y tiene toda la razón, porque estaba suficientemente joven como para adoptar y hacer propia la cultura que recibía, y suficientemente formado para tener clara toda la información que recibió de España.

 

“En este sentido es, quizá, de todo el influjo español el que tiene la combinación más armónica de los dos elementos. Ese lugar ocupa en ese grupo, pero además se encargó de desarrollarlo porque nunca tuvo la idea de separar la influencia española de la mexicana. Las dos las recibió, las volvió a pensar y las reescribió de modo personalísimo y con un cuidado muy preciso por recuperar ambas tradiciones con igual valor”, dice en entrevista Julio Hubard, quien fue uno de sus discípulos.

 

Ramón Xirau nació en Barcelona, España, el 20 de enero de 1924. Radicó en nuestro país desde 1939 y se naturalizó mexicano en 1995. Cursó la licenciatura, maestría y doctorado en Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y posteriormente realizó estudios de especialización en La Sorbonne de París, Francia, así como en Cambridge, Inglaterra. Falleció el pasado 26 de julio en la Ciudad de México.

 

En la obra de Xirau se pueden identificar dos vertientes: la poesía y la filosofía. Uno de sus libros por el que fue mayormente conocido es Introducción a la historia de la filosofía (1964), “una pequeña obra maestra”, afirma Hubard.

 

“Es una obra que Xirau empezó a escribir para explicarle a sus amigos que no son filósofos de qué va la filosofía, y simplemente logró un destilado con una claridad que no existe en ninguna otra historia de la filosofía, con una síntesis de una precisión admirable.

 

“No falta nada, no sobra nada, y es tan importante, tan bueno y tan profundo como Historia de la filosofía de Frederick Copleston, nada más que ese libro tiene seis mil paginas, mientras que el de Xirau solo 600 y en él todo cabe. Llega hasta Wittgenstein, Heidegger y Sartre. Todos ellos están presentes, desde los presocráticos, hasta el siglo XX. Es una obra maestra de una sencillez inusitada”.

 

La poesía de Xirau habla sobre el amor, el mar, la soledad, el silencio y Dios, su vivencia mediterránea y su espiritualidad. Es larga y abundante su producción en este terrero, donde sobresalen sus libros Sentido de la presencia (1953), Les platges(1974), Graons (Gradas, 1979), Natures vives (1991),  Indrets del tem (1999). Su poesía completa se publicó en 2015.

 

Julio Hubard describe justamente a Gradas (escrito originalmente en catalán) como un poema comparable con otros grandes textos del género. “Ramón Xirau no es un filósofo que escribía poemas: es un poeta mayor. Poemas como El corderoo Gradas están a la altura de los grandes poemas de la tradición hispánica. Incluso serían equiparables a poemas de largo aliento y de alto riesgo como Muerte sin fin o Piedra de sol.

 

“La poesía de Xirau es importantísima. Para nosotros es difícil porque el catalán no es una lengua que se conozca mucho en México o en el ámbito de la lengua española en América, y eso coloca a Xirau en un recoveco de visitas poco frecuentes, pero su poesía es de una calidad y de una profundidad muy importantes. Es un poeta mayor”.

 

Al ser una obra poética escrita en catalán, Hubard encuentra en ella una particularidad que la hace única y profunda. “El catalán es su lengua materna. La lengua materna es en la que uno sueña, habla consigo mismo, recuerda a las nanas infantiles, los arrullos, los regaños: esa es la lengua de un poeta. Esa es a la que el poeta pertenece.

 

“Todo poeta enfrenta un lugar difícil, que puede ser de lucha o de armonización, entre la lengua que posee —que es la lengua de su prosa, la de sus explicaciones, en donde está obligado a dar razón de lo que dice—, y la que lo posee, de la cual no es capaz de dar razón porque lo sobrepasa a él y a todos los que hablamos esta misma lengua. Esa es la lengua del poeta.

 

En sus clases, Xirau solía decirles a sus alumnos que lo importante es que cada uno aprendiera  a pensar por sí mismo. Por eso, Julio Hubard cree que lo que dejó Xirau no es un vacío, sino todo lo contrario: “No creo que Xirau haya dejado un hueco: creo que dejó eminencia. No creo que con él se hayan ido pérdidas: solo fue ganancia. En ese sentido de aportaciones con una generosísima gratuidad no hay hueco. Su vida fue larga, profunda, espiritual, y su obra es algo que se suma a la calidad del mundo. No nos deja la sensación de pérdida, sino la de una ganancia muy peculiar. Será importante recordar su obra con el afecto que le tuvimos quienes lo tratamos”.