• A un año de su fallecimiento, así lo recordaron amigos, colegas y familiares durante el homenaje que le rindió ayer la Academia Mexicana de la Lengua 
  • Su escritura tiene la precisión de un antiguo reloj; es barroca, anacrónica y fresca, destacó Jesús Silva-Herzog Márquez

  

Amigos, colegas y familiares se congregaron ayer en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes para recordar, a un año de su fallecimiento, al prolífico escritor y académico Ignacio Padilla (1968-2016).

La Academia Mexicana de la Lengua le rindió homenaje al destacado cuentista; figura toral en las letras de nuestro país y considerado como uno de los máximos exponentes de la llamada Generación del Crack.

 

En su intervención, el ensayista y catedrático Jesús Silva-Herzog Márquez destacó la faceta de Padilla como cuentista, en la cual sentía la neurosis del artista y el afán de perfección, dijo.

 

Su escritura tiene la precisión de un antiguo reloj; es barroca, anacrónica y fresca, lo que se puede ver también en su trabajo ensayístico, telar propicio para la fecundación de sus abundantísimas curiosidades, indicó.

 

Sus intereses, agregó, iban de Cervantes a las neurociencias, de la teología a las películas de Pixar, de Tarantino a Borges, de los encendedores a los apocalipsis y los abismos.

 

Apuntó que su obra está llena de acrobacias verbales, pero es mucho más que un juego de palabras, ya que ofrece al lector un espectáculo de polinización: ideas que atraviesan siglos para entrar en contacto con otras ideas. 

 

“Zurció en estas disciplinas enfoques y tiempos, la teología y el cine, la mercadotecnia y la sociología, la literatura, la política y el entretenimiento, tejidos orgánicamente”.

 

La escritora Rosa Beltrán habló sobre su relación de amistad con Padilla, a quien conoció cuando fueron becarios del Fonca al lado de Ana García Bergua y Luis Ignacio Helguera, bajo la tutoría de Silvia Molina.

 

“Nacho era moderno y antiguo, le encantaba hablar en español plagado de giros de otros tiempos, incluir anacronismos, convivir con figuras fantásticas, habitar en libros antiguos y reinos dislocados”. 

 

Destacó además los muchos galardones que obtuvo con libros como La catedral de los ahogados, Amphitryon, La gruta del toscano, El daño no es de ayer, El año de los gatos amurallados, Las antípodas y el siglo, Arte y olvido del terremoto y Subterráneos, entre otros.

 

En su oportunidad, la narradora y ensayista Silvia Molina compartió sobre las muchas virtudes del escritor Ignacio Padilla, a quien calificó como un hombre educado, gentil, responsable, trabajador, elegante de trato y en su literatura.

 

“Jamás presumió de sus éxitos, ni siquiera de sus premios. Siempre estaba dispuesto a participar en cualquier proyecto literario, ayudarte con una bibliografía o conseguirte un libro; gozábamos su carácter jovial, generoso y tranquilo”.

 

Añadió que también fue alguien dispuesto a la aventura, lo que lo llevó a vivir en lugares como España, Escocia, Inglaterra e Italia. “Para él viajar y escribir eran lo mismo, había viajado en y con los libros.

 

“Quienes tuvimos la suerte de tratarlo sabemos que sus cuentos perdurarán, que vivió como quiso, que se dio la oportunidad de amar, escribir, viajar y soñar. Nacho tuvo en vida las aventuras que deseó y de todas salió adelante exitosamente”, concluyó.