La plurivalencia de la palabra
Octavio Cisneros

José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939), es una figura indispensable en la poesía, la narrativa y el periodismo literario mexicano de este siglo. Si bien es cierto que su rigor intelectual, su actitud hacia la literatura, su amor por la ciudad y sus personajes son características presentes en cada uno de los géneros que aborda, cada uno es admirablemente distinto.

La poesía, por ejemplo, significa para José Emilio Pacheco “una práctica, un ejercicio espiritual, una manera de dialogar y actualizar nuestra tradición, pero también de mostrar las cicatrices, los deseos, temores y corajes de un hombre que camina y recorre desnudo su ciudad, que le recorre, furioso, triste y esperanzado, la superficie rugosa y gris a esa piel urbana que lo fascina”.

Acaso la obra de José Emilio Pacheco sirva “para mirar la vida hasta la muerte”, dice Octavio Paz al referirse a la obra literaria de José Emilio.
La narrativa es ese espacio que Pacheco ha elegido para devolvernos lo que deseamos ser, pero también para crear un mosaico de palabras pulidas como espejos donde reconocer nuestras miserias, para maravillamos de los poderes transformadores del pasado e intuir cada promesa cumplida en un futuro.

Julio Torri, escritor mexicano imprescindible, dijo alguna vez que “toda la historia de la vida de un hombre está en su actitud”, frase que cabalmente modela la personalidad literaria de Pacheco, quien sabe que lo leído es tan nuestro como lo vivido y que jamás ha aceptado la idea del texto definitivo: “mientras viva seguiré corrigiéndome”.

Pacheco es el hombre modesto que reduce lo excesivo y aumenta lo escaso. Sopesa las cosas y las iguala, “con una cultura descomunal”, dice el escritor José Agustín. comparable sólo a la de su compañero del alma, el escritor, Carlos Monsiváis, con quien en 1957 dirige el suplemento de la revista Estaciones, iniciando así la larga labor de impulsar a nuevos escritores que ha caracterizado a Pacheco.

La variedad de su trabajo lo coloca en el lugar del polígrafo: además de narrador, Pacheco es poeta, guionista de cine, crítico, traductor, investigador y periodista cultural, debido a su desarrollo en esta última área se hizo acreedor en 1978 del Premio Nacional de Periodismo.

Su trabajo periodístico ha contribuido a documentar capítulos desconocidos o tratados sin suficiencia de la literatura mexicana. Este trabajo ha sido reunido en Inventario, como ha titulado ese esfuerzo semanal por acercar a sus lectores a la literatura.

En el mismo sentido, Pacheco ha colaborado para las publicaciones: La Cultura en México, Novedades, Excelsior, Proceso, El Heraldo Cultural, Siempre y Diálogos, entre otras, donde Pacheco invita continuamente al público a que se aproximen al beneficio y “placer de la literatura”.

Dentro de la poesía, la obra: No me preguntes cómo pasa el tiempo recibió el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1969 y afianzó a Pacheco como uno de los poetas mexicanos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX. Sus poemas completos están contenidos en la recopilación: Tarde o temprano.

“Nadie trabaja aislado” dice Pacheco y todo poeta “debe tanto a los que le precedieron como a sus contemporáneos y a los que vienen después”. La antología: Poesía en movimiento (1966), fundamenta la anterior declaración al contener obras de los principales líricos de México, en la publicación de ésta participan: el mismo Pacheco, Octavio Paz, Alí Chumacero y Homero Aridjis.

La poesía mexicana del siglo XIX (1965), Poesía modernista hispanoamericana (1984) y Aproximaciones (1984) son otras antologías publicadas por José Emilio Pacheco que reflejan el incansable deseo y disfrute que para el ganador del Premio Nacional de Literatura 1992 significa la propagación de la expresión poética.

Su actividad como guionista también ha rendido frutos y resalta el desempeño que Pacheco a tenido en colaboración con Arturo Ripstein, haciéndose merecedor en 1974 del Ariel y la Diosa de Plata por su participación como guionista en el filme: El Castillo de la pureza.

La versatilidad de Pacheco es resultado de una imaginación que no se fija límites, de una vocación de estudio y trabajo literario, del placer de comunicar y conocer el trabajo de los otros.

Lo anterior, ha sido un adiestramiento necesario según lo confiesa el escritor, “siempre he querido escribir cuentos —dice— la novela me parece inalcanzable y me conformo con leer, a menudo a admirar, las que otros hacen. Algunos me han reprochado que escriba cosas tan diversas, que no me centre en un solo género. Yo diría que los géneros no son compatibles, un cuento es lo más cercano a un poema (no en términos de prosa poética, sino de concentración e intensidad). En mi caso, la poesía no basta; el relato es un complemento necesario. Hay grandes períodos de esterilidad: la lírica no puede nacer voluntariamente. Entonces narraciones, quizás porque antiguas y modernas, las leo y releo en todo momento...”

El reconocimiento al talento y la capacidad de José Emilio Pacheco no se limita al ámbito nacional, ha impartido cátedra y sido invitado de honor en instituciones educativas extranjeras, tales como: la Universidad de Nueva York, Universidad de Toronto, Universidad de Illinois, Universidad de British Columbia (Canadá), Universidad de California y Universidad de Maryland, entre algunas otras.

Entre sus obras se encuentran Morirás lejos, El principio del placer, Las batallas en el desierto, Ciudad de la memoria y Viento distante.

Fuente: INBA, 2007