Entrevista a Beatriz Espejo

SILVIA MOLINA: Buenas tardes, en nombre del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, les damos la más cordial bienvenida a esta Conversación en Voz Alta con la historia de Beatriz Espejo.

Y se apagaron las luces y comenzó un tema de mujer acompañado con la música de un piano. Se proyectaron unas fotografías en que se vio transcurrir la vida de Beatriz Espejo. Fotografías con su padre, de su niñez. Su aspecto a los 17 años, el día de su boda, fotos con su esposo y muchas otras en compañía de personajes conocidos de la literatura.

SM: Beatriz, gracias por aceptar la invitación.  Es un honor para mí entrevistarte.
Beatriz, eres una de las escritoras que más admiro y te voy a decir por qué... tus cuentos, tu novela, demuestran  una intención siempre de trabajo, búsqueda de la buena literatura y sobre todo, de la perfección de lenguaje.
Eres una escritora muy rigurosa.  A veces leyéndote, me pregunto si sufres cuando escribes porque has buscado siempre el adjetivo necesario.  Se ve en tu literatura realmente, un trabajo detrás. ¿Sufres cuando escribes?
 
BEATRIZ ESPEJO: Antes que nada muchísimas gracias, está muy bonito el montaje que hicieron, realmente está muy bien dirigido. Yo a pesar de los años que han pasado no puedo dejar de ver a mi papá sin que se me llenen los ojos de lágrimas. Lo contento que era, guapetón él. Y esto me emocionó mucho. Yo creía que no iba a ocurrir pero ocurrió y luego otra cosa que tengo que decir es que estoy muy agradecida.
Ahora que si sufro para escribir, yo creo que sí, yo creo que todos los escritores somos así ¿no? Por un lado esta tu voz, porque te da un oficio una narrativa, pero siempre estás lleno de dudas y luego lo que sé es que trabajo mucho los textos. Sí los trabajo, los trabajo obsesivamente.  Lo que pasa es que antes guardaba los archivos en las versiones anteriores. Y ahora con la computadora aprietas unas teclitas y se pierde, pero es bien interesante para ver cómo han quedado los textos y qué corriges.

SM: Yo creo intuir de dónde viene todo eso pero, me gustaría ir poco a poquito. Después lo voy a retomar. Quisiera pedirte Beatriz, que nos hables de tu infancia y de tu familia porque es algo que está muy presente en ti, en tu literatura, entonces para prepararnos un poco para tus textos.

BE: En si tuve una vida un tanto espiritista, completamente necrofílica, que incluye a la literatura de alguna manera. Tuve una abuela que era vital, que se reía como loca, es lo que me gustaba de ella, que le hacía así... jjjaajajajaja. 
Mi mamá lo juzgaba de muy mal gusto, lo juzgaba un poco vulgar. Pero mi abuela no tenía nada vulgar, era una mujer fina, bella, mi abuelo le decía a ella, le decía que era una mujer alta, rubia, frondosa. Los yucatecos para hablarles a las mujeres así como sabrositas, hablan de las frondosas; y más en la época de mi abuelo.
Yo tuve una infancia muy feliz y una adolescencia muy feliz y luego de pronto a los 20 años, la muerte de mi papá fue un derrumbarse así, en el momento que firmaba un negocio; y además había un médico junto a él y mucha gente. Él siempre estaba rodeado de gente, era amiguero yo creo que eso se lo saqué a él.
Y bueno, ese fue un cataclismo familiar y luego le siguió una juventud muy anormal. Yo nunca lo he dicho por escrito pero cuando mi madre muera escribiré mi autobiografía. Pero sí fue una etapa muy anormal porque mi madre enloqueció verdaderamente de amor.
Nunca metió hombres a la casa, nunca hizo cosas terribles ni mucho menos, pero sí deambuló por la casa entera. Nunca he escrito sobre ella pero sí aparece en mis textos, sí aparece, ahora fíjate hay un cuento mío que se llama La casa junto al río donde hablo de ese derrumbe. Dicen que es un cuento muy perfecto; ojalá sea cierto. Es una metáfora de mi vida en realidad y fue muy chistoso porque yo acababa de escribir el cuento y a mi mamá que de casualidad estaba en la casa se lo leí, le leí el libro y estalló en lágrimas, se puso a llorar así de que no paraba verdaderamente.

SM: Pero también hablas de la muerte de tu padre en ese cuento...

BE: Hablo de la casa que se derrumbó, si…es una metáfora. Hay una cuestión autobiográfica muy profunda, pero el cuento en realidad, cualquier lector, si se da cuenta, es una casa de una familia que lo tiene todo, que es absolutamente feliz, que los niños están con éxito en las escuelas , que los niños están sanos, que el papá y la mamá son guapos y que de repente entra la envidia. Esa es la historia del cuento, si quieren luego lo podemos leer porque es muy breve, muy chiquito; y todo termina con un cataclismo. Es un cuento hacia la voz, pero estaba yo hablando del libro.
Mi mamá despertaba muchas envidias, es una mujer prepotente un poco, muy alhajada y que tenía un hombre que le decía “eres más bonita que la esposa de cualquier petrolero tejano” y ella se lo creía ¿no? Pues ya cuando le faltó esa persona no pudo vivir bien, eso y de alguna manera, toda esa novela Dark, como dice Francisco mi hijo, que hay novela Dark en mi literatura, un tanto yo creo que viene de eso.

SM: Bueno en realidad en todos tus cuentos, incluso en tu novela (Todo queda en familia), está la problemática de la familia y hay una visión de la familia un poco Dark, por llamarla de alguna manera, que parece que dice que la familia es destructiva ¿me equivoco?

BE: Pues hay de todo mira, la novela casi engloba todo, curiosamente esa no es autobiográfica, fíjate... todos, todos los personajes son inventados. Yo hablo mucho más de mujeres que de hombres en mi literatura. Casi todos mis personajes...el ochenta por ciento de mis personajes son mujeres. Pero últimamente estoy haciendo personajes masculinos. Y entonces creo que el personaje más principal se llama Rutilo Rosas del Castillo. Es el segundo apellido de mi mamá y yo lo tomé por otro motivo, porque es muy bonito, muy eufórico Rosas del Castillo, es un apellido muy bonito ¿no? Y Rutilo porque es un personaje rutinal. Ahora, ese personaje le gusta mucho a los hombres y a las mujeres. Tanto, que lo que pensaba es que era mejor matarlo. Y lo que no hago por costumbre, es que le di a leer el libro a Luis Manuel S. Casi nunca le doy a nadie mis originales porque como dices Silvia, soy muy excesiva en mi estilo y si me corrigen una cosa pataleo.
Les cuento que esa vez en contra de mi costumbre se lo di a leer, entonces me habló por teléfono, estaba ya enfermo, poquitítito antes de que muriera… y me dijo oye no mates a Rutilo, y le dije ¿por qué? Porque Rutilo es tan simpático, que merece vivir, no lo mates. ¡Sálvalo, sálvalo de la muerte! Rutilo es simpático, es agradable, es vital… Entonces le dije, déjame pensarlo. Luego se lo di a leer a Emmanuel, fíjense que  contra lo que todo el mundo puede pensar, Emmanuel nunca lee mis originales, y lo hago porque si tomo en cuenta sus opiniones no publicaría nada. Se enoja pero ni modo, pero esta ves si le di a leer el libro.  Entonces chistosamente me dijo “No mates a Rutilo” le dije ¿por qué? Me dijo “porque es muy personal, es un personaje que se puede vivir, que se puede sentir, que se puede ver y ¿cómo puedes matar un personaje tan, tan vivo?“ Entonces Silvia, si te acuerdas Rutilo se salva mágicamente.
Ese personaje, que es hombre por supuesto, está compuesto de todos los hombres o de muchos hombres que yo he amado en mi vida. Mi padre en primer lugar, bromista de familia,  elegante. Puse de mi abuelo Antonio, que era un poco prepotente; aunque Rutilo no es prepotente sino que es un comelón como mi abuelo. De Robert Redford que era el ídolo de mi adolescencia, por esa pose caballerosa que interpretaba. Y luego un tío mío, que aquí está. De Pedro Flores, que yo era muy chiquitita cuando él murió.  Era un hombre muy agradable, muy alto yo apenas lo recuerdo pero sí recuerdo su sepelio, era un sepelio de héroe militar, era un funcionario de la Revolución carrancista por supuesto, tenía un caballo que tenía una mancha en la frente y no sé cuántos años tenía yo pero era muy pequeña y me acuerdo que incluso estábamos viviendo en un departamento en Reforma y uno de mis primeros recuerdos era que en el entierro iba el féretro y el caballo siempre caminaba detrás. Y decían que la Republica  estaba linda, fue un entierro muy impresionante.
O sea era una mezcla de hombres espléndidos. 

SM: Oye Beatriz vamos a regresarnos un poquito. Yo quisiera preguntarte cuáles fueron tus primeros pasos en la literatura, ¿cómo comenzaste y cómo llegaste a Juan José Arreola?

BE: Yo comencé de muy chiquita. La verdad hace poco vi una película de los hermanos Grimm cuyo director casi no me acuerdo de él. Yo creo que muchos de aquí son cinéfilos y deben saber pero, de lo primero que leí fue de los hermanos Grimm, todos los cuentos, entonces la película que es muy explícita dice que si les parece, que si no les parece, de la realidad, la historia de cómo llegan a descubrir sus anécdotas, yo empecé a leer los libros que me regalaron en un cumpleaños a los ¿qué sería? A los ocho años ya sabes, Caperucita Roja, La Bella Durmiente y otros.
Yo siempre ame a los escritores que tienen inclinación por la forma, yo creo que la literatura es fondo y forma. Es decir el fondo es el tema, sin buen tema es como dicen que sin un buen pato no hay cazador. La manera de contarla es importante y ahí está el estilo del escritor, un mismo tema pueden contarlo muchos de una manera muy simple. Yo empecé a leer a escritores que les gustaba una forma, por ejemplo Borges. 
Luego llegue a la Facultad de Filosofía, conocí a Julio Torri que era mi maestro en la Facultad, poco atractivo en apariencia. Le gustaba mirarle las piernas a las muchachas. Llegaba vestido con unos trajecitos de buen gusto y luego era una época donde se bajaban todos los grandes maestros como Javier Icaza y Julio Torri de su camión.

SM: Dicen que llegaba en bicicleta también...

BE: Sí pero eso fue antes, a nosotros nos tocó verlo bajar de su camión y llegaba así con sus libritos y entonces luego nos enteramos que cada uno de sus libros eran originales y valiosísimos y los veía y acariciaba como al cuerpo de una mujer.
También vi a Elizondo, que tiene una prosa admirable. Yo era muy joven, bueno como todos.  Era cuando tenía 17 años y yo decía, ¡ay! era tartamudo y todo pero un día, se bajó de la tarima y me dio un librito que era su antología personal y me dijo “Aquí está, alumna Beatriz Espejo”, porque siempre pasaba lista y llegue a casa y comencé a leer y dije “que bien escribe este viejito”. Fíjense lo que es ser tonto y joven, pero ¡que bárbaro! Me acuerdo que me gustó mucho aquel cuento de Don Juan. Mi padre un día me dijo “¿qué lees?” y le dije a este viejito que escribe muy bien, creyéndome gran conocedora y bueno a los 17 años por más que quieras no puedes tener grandes conocimientos. Y me dijo que quién era ese viejito que leía con tanto interés y le dije “Es Julio Torri”  “¡Qué bárbara, Julio Torri era secretario de José Vasconcelos en Educación y Secretario de la Universidad…Ese viejito como tú le llamas es un hombre muy famoso”.
Y no es que mi papá fuera intelectual ni nada, pues era hombre de negocios, lo que sí era cierto es que adoraba a Vasconcelos, todas sus ediciones están en casa de mi mamá. Tenía por Vasconcelos verdadera admiración. Desde ese día había algo como, lo veíamos muchos, como a lo que valía ¿no? Y el segundo fue Juan José Arreola en una Conferencia. No le entendía nada porque hablaba de Góngora, imagínense, de una literatura tan complicada, pero fue el primer genio que conocí en mi vida,  después a la salida pregunté el costo de las conferencias y me dijeron “Es gratuito”; fíjense: gratuito. Y entonces empecé a ir y ahí estaban Pacheco, Moinsiváis, que no prosperó mucho esa relación, no porque Monsivaís no se me hiciera un buen cronista pero no concordaba mucho con él. Estaba Elizondo, estaba...

SM: ¿Vicente Leñero?

BE: No Leñero no estaba. Estaba José Ortiz, en fin estaba rodeada de gente muy interesante que llegaba y él era un Dios de la literatura, muy generoso. Te aceptaba, te criticaba, se quedaba tiempo contigo, te enseñaba. Y él y otro maestro me enseñaron a tener gran respeto por la página en blanco. Hay que tener una claridad de estilo lo más que se pueda.

SM: Además te publicó tu primer libro.

BE: Me publicó el primer libro y todo lo que hacía literalmente lo hacía muy bien, con una tipografía preciosa.

SM: ¿Por qué no nos platicas un poco de cómo nació tu revista?

BE: Ah mira la revista nació un día que yo ya estaba en el Unitec, todavía era muy joven, empecé como caballo de carrera y luego me detuve y bueno, es que los problemas en mi casa me detuvieron un poco. El caso es que estaba haciendo algo con López Velarde y descubrí que él amaba muchísimo el hacer reír. Que desde muy jovencito, bueno desde joven yo creo que sabía que se moriría a los 33 años y no quiso perder el tiempo, porque salvo por algunos cuentos que son secundarios, los demás son de una experiencia pasmosa. Dije por qué no, voy a hacer una revista con puras mujeres, todas son mujeres con mucha pasión y acción como Bety, muy apasionada, y le dije vamos a hacer una revista y me dijo ¿cómo? Y le dije así haciéndola y me dijo que órale. El único chiste, que bueno, el sacar una revista no es tan fácil, pero cuando uno es joven consigue patrocinadores fácilmente. El director de la revista, siempre me pagaba bien por la revista, porque era limosnera y con garrote; quería que saliera con papel de importación. Me decía, bueno le voy a dar el dinero, siempre era el mejor patrocinador.  Luego me decía pero cásese, no deje de casarse.

SM: ¿Escribiste teatro en esa época?   

BE: No, fíjate que escribía unas cosas espantosas de teatro con mi maestra Hernández y sí me publicaron precisamente Monsivaís y Pacheco pero son horribles. Luisa era muy generosa, una gran maestra, era culta, inteligente, guapetona y todos los hombres la veían con admiración.  Me acuerdo que en ese tiempo tenía un novio que me acompañaba a todos lados y abría la boca cuando pasaba y no es que no me quisiera pero ella era muy guapa. Yo como no era celosa le decía que tenía razón.

SM: Tanto las regiones de Veracruz como... siempre describes muy bien la comida, eres muy detallista, te detienes siempre en el arte culinario.

BE: Soy muy comelona. Y sí ¿no? Yo creo que hay una gran tradición familiar culinaria, por el lado yucateco, por el lado veracruzano, y luego cuando le dije a mi papá que quería ser literata mi papá me dijo “Pero ¿cómo si es una carrera que no le da dinero a la gente? Bueno hija pero dile a tu mamá que te enseñe a cocinar”. Yo siempre he dicho que él pensó que si no la hacía en la literatura, por lo menos me casaba. Sí, a mi me gusta mucho la cocina y eso aparece muchísimo en la novela, todos los personajes son grandes cocineros. Me parece que es muy agradable la comida pero a demás la manera de preparar la comida. Esa delicadeza. Y bueno el detalle aquí es ese.

SM: Retomando un poquito la charla que estábamos teniendo, yo quisiera preguntarte si tuviste amistad con Elena Garro y Rosario Castellanos.

BE: Bueno me pasó un poco lo que a ti, fueron mis maestras. ¿Rosario te dio clase a ti Silvia?

SM: No, no me dio.

BE: Pues a mi sí y era una maestra en toda la extensión de la palabra porque tenía mucha fama, tenía un gran prestigio detrás. Elena Garro, a pesar de ser una gran escritora, publicó muy tarde, bueno con Elena me pasó lo que a ti, que una vez me contaste una anécdota chistosa que ella te decía que había cerveza y que fue la primera que te enseñó a beber ¿o cómo estaba?

SM: Yo tenía 14 años y fui de visita a su casa y me dijo “tu qué te tomas” le dije no es que yo no tomo nada y me dijo cómo no tómate un vodkita o un whisky y bueno en casa no se acostumbraba que una chica de 14 años bebiera no pero volvamos contigo Beatriz...

BE: Volviendo a Elena, la admirábamos muchísimo como la gran escritora; y como maestra no ponía a exigir, en primera porque su estilo es inimitable y segundo porque su manera de ser tampoco podía ser imitable y tercero vivía lo de Octavio Paz, acuérdate que se habían divorciado, cuarto porque no le gustaba cómo era mi mamá y quinto porque su vejez es difícil ¿no? No es un ejemplo a seguir.

SM: Bueno, era una mujer muy aguerrida...

BE: Muy guapa.

SM: Sí, muy guapa y mus seductora.

BE: Pero al mismo tiempo, pues sí tenía muchos indicios de locura ¿no? Bueno si no no habría sido una excelente escritora. Es una poetiza cruel y una novelista soberbia.

SM: ¿En qué año te ganaste la beca del Instituto Mexicana de Escritores? Compártenos tu experiencia.

BE: Fíjate en octubre, cuando era muy chica y se acababa de publicar el edificio de Juan José pedí la beca y no me la dieron y bueno mi papá que era muy prudente pero que sí le interesaban mis cosas, m preguntó una vez... parece que lo veo parado en la puerta de mi recámara y me dijo ¿oye qué pasó con lo de la beca?... no me la dieron ¿pero por qué no? Bueno entonces eso significa que aún no eres escritora. Le dije pues sí. Pasó mucho tiempo, la beca del Instituto Mexicano era la beca, porque no había otra en ese tiempo, era la beca, era un premio a los escritores por su labor y tenía la trayectoria y el éxito de Pedro Páramo y sólo daban dos. Entonces un día de 1970 me encontré a Salvador Elizondo que era en ese entonces parte del Instituto y me dijo pues vuélvela a pedir porque te la van a dar. Y es que soy toda berrinchuda y como no me la habían dado no la quería volver a pedir, lo cual es malo, pero en ese tiempo así era. Y me dijo te la van a dar y le dije ¿cómo sabes? Y me dijo porque yo te voy a apoyar. Entonces él era uno de los maestros, me tocó con David Huerta, me tocó con Carlos Olmos que murió después en poco tiempo. Lo criticábamos porque era medio cursilón pero era trabajadorsísimo. Yo era la única mujer y dos maestros eran Salvador Elizondo, Juan Rulfo y Francisco. Entonces Salvador me dio la beca. Cuando me la dio me dijo te voy a pedir un favor, nunca, pero óyelo bien, nunca se te vaya a ocurrir decirme chato, porque los amigos le decíamos chato. Le dije no, no, te lo juro, pero en las clases yo sudaba, era una cosa espantosa, entonces se me salía lo de chato, fue una experiencia muy interesante y un poco traumática porque aquello era sacar navaja y cortar cabeza.
¿Cómo te tocó a ti?

SM: No yo estuve con Juan Rulfo y con Salvador Elizondo, Ignacio Solares y Gabriela Palafox, pero estamos hablando de ti. Beatriz hasta ahora hemos hablado de ti como creadora pero creo que la plática no sería completa si no nos platicas un poco de ti como ensayista, también cuéntanos como te interesaste en la pintura, creo que también hay un poco de influencia de tu formación universitaria. ¿Cómo te sientes, por qué te interesaste en la pintura?

BE: Mira la pintura me gustó siempre. Yo creo que desde chica los pintores italianos me fascinaban. Siempre me interesó la pintura. Hay una anécdota chistosa, como Pedro me quería mucho, cuando me casé con Emmanuel, nos hizo una comida, nada más para Emmanuel y para mí. Entonces Emmanuel estuvo callado toda la comida y al salir me dijo: “yo no le vi el caso porque esta comida dice hombre, a ese hombre yo prefiero darle cacahuates”. Obviamente estaba muy enamorada pero muy furiosa porque a él no hay que escucharlo y verlo hablar, hay que verlo pintar. Es uno de los pintores más notables pero murió muy joven y bueno empecé así mi trato con pintores. 
Tengo una historia, por eso me lo preguntas, que se llama La historia de la pintura mexicana en tres tomos creo que ha sido el libro al que más le he invertido, invertí cinco años de mi vida y es el libro menos conocido. Pero tengo otro que me gusta más que se llama Dr. Atl, El paisaje como paseo, me encanta Dr. Atl, mi hijo cuando estaba chiquito me decía, cuando sea grande te voy a comprar un Dr. Atl, no creía que fuera posible desde luego. O sea la pintura siempre me ha fascinado y sí le he dedicado muchos ensayos.

SM: Pero también toda tu investigación de la literatura del siglo XVI, XVII, todo el barroco, esta excelente forma que le tienes a la vida. Es muy interesante. Beatriz para terminar me gustaría que nos platicaras un poquito también sobre tu labor en estas antologías de textos sobre las mujeres.

BE: Esa fue una parte muy última, bueno casi última porque ya estoy haciendo otra cosa. Hice tres antologías, en primera la causante de todo eso fue Mónica Galindo, le llamo y me dice que había escrito un cuento de amor feliz. A mí me gustan mucho los cuentos de amores felices.   Creo que es de las pocas escritoras que tienen cuentos de amor feliz. Y me dijo ¿oye no quieres participar en una antología llamadas “Atrapadas en la escuela”? ¿no tienes un cuento de la escuela? Le dije sí, está perfecto. Después la editorial nos llamó para que hiciéramos otra antología que se llamara “Atrapadas en la casa”. Siempre me he preocupado por el tema de la mujer. Entonces hicimos Mujeres atrapadas en la casa luego hicimos Mujeres atrapadas en la cama, esa fue una antología de gran éxito porque el título vende. Luego hicimos “Mujeres engañadas”,  contra lo que creía la editorial esa no ha fructificado mucho, sí se ha vendido pero ahorita estamos haciendo una que a mi me preocupa mucho que se llama “Atrapadas en la madre”, ese es el tema. Pero a parte de eso la editorial estaba un poco preocupada porque dijo “¡híjole, Slim no va a querer venderlo en los Sanborns porque el título está muy fuerte! Y bueno esa antología va a terminar yo creo en este año porque tenemos muy buenas colaboradoras.

SM: Que bueno. Beatriz dos preguntas ¿cuál es tu pintor favorito y tu escritor favorito?

BE: Del mundo Leonardo. Tengo una biografía muy chiquita y muchas de las obras de las que hablo las conocía bien. Me acuerdo que fui a Londres con una compañera que no era intelectual si no modelo y en Florencia, en la Galería, me dijo “sabes qué ahí nos vemos, me da lo mismo Leonardo que Rafael que Rigoletto, me da igual, yo voy a comprar ropa”. Creo que a Europa no se va a comprar ropa a menos que seas muy rico, pero los museos son una maravilla, bueno creo que sí te puedes comprar una cosita no, está mal pero... Leonardo Da Vinci, tu vez sus obras como la Gioconda y te preguntas como logra esa perfección. 

SM: Beatriz ha sido una conferencia muy agradable muchísimas gracias.
BE: No´mbre muchas gracias a ustedes.