• Su hijo, Miguel Ángel Asturias Amado, participó en una mesa redonda en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes
  • México no era solo un país que le gustaba y donde tenía amigos, sino una nación que lo vitalizaba, refirió Asturias Amado 

 

A propósito de la entrega del Premio Praxis de Poesía 2017 al escritor peruano Carlos Ernesto Cabrera Miranda, la Editorial Praxis celebró los 50 años del Premio Nobel de Literatura al guatemalteco Miguel Ángel Asturias Rosales, en una mesa redonda en la cual participó su hijo, Miguel Ángel Asturias Amado, en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes.

Asturias Amado compartió momentos que marcaron la vida de su padre, entre ellos cuando se acercó a los pueblos mayas: “La insurrección de la familia en contra de la dictadura de Manuel Estrada Cabrera orilló a mis abuelos y a mi padre a mudarse al pequeño poblado de Salamá, donde tuvo contacto con las poblaciones indígenas, cuyas cosmogonías impregnarían su literatura. Ese fue su primer exilio”.

 

Algo de lo que más marcó a su padre, rememoró, fueron sus viajes por Europa. En París conoció a Miguel de Unamuno, quien “era asiduo a un café donde le guardaban su mesa de siempre. Para conocerlo, a mi papá se le ocurrió sentarse en ella. Al acercarse, Unamuno le preguntó quién era, y él le contesto que venía de Guatemala y que iba a ser escritor. A partir de esa conversación se hicieron amigos.

 

“Francia fue el país que lo formó literariamente. París le permitió conocer a los grandes artistas y pensadores de la época, pero nunca olvidaría su país natal. En esa época escribió Leyendas de Guatemala, cuyo prólogo firmó Paul Valéry.

 

“Mi padre llegó como agregado cultural a México, donde forjó una amistad con Alfonso Reyes y Carlos Pellicer; se hizo amigo y admirador de Juan Rulfo, y conversó con Diego Rivera y Frida Kahlo. En su exilio, México lo acercaba a Guatemala. No era solo un país que le gustaba y donde tenía amigos: era un país que lo vitalizaba.

 

“Para él, el ejercicio de la escritura era una disciplina. Se levantaba a las tres o cuatro de la mañana para escribir. No tenía idea de lo que iba a hacer, pero, en cuanto se sentaba, las ideas surgían.

 

“Escribía una frase de diez formas diferentes, las leía una por una en voz alta y cortaba la que más le gustaba. Llevaba a cabo un ejercicio como el que hoy realizamos en la computadora. Así construía cada párrafo y capítulo, los cuales leía en voz alta al finalizarlos. Por eso sus novelas suenan tan bien”, detalló Asturias Amado.

 

Durante su intervención, el editor de Praxis, Carlos López, recordó que el primer viaje de Miguel Ángel Asturias a México fue para asistir al Primer Congreso Internacional de Estudiantes, en 1921, donde conoció a José Vasconcelos, Ramón María del Valle-Inclán, Vicente Lombardo Toledano, Carlos Pellicer, Daniel Cosío Villegas y Jaime Torres Bodet, entre otros intelectuales.

 

“Rebelde y luchador, gracias a su salida de Guatemala pudo observar a la distancia la totalidad de su país: la riqueza natural, la magia, la cosmogonía del mundo maya que inició con su nana indígena, quien le contaba historias, leyendas, mitos de su cultura”.

 

Asturias, segundo latinoamericano en obtener el Premio Nobel de Literatura, “es un poeta de la lengua que, además de crear belleza, cuenta realidades duras, y esa combinación da una fuerza a su narrativa. Su obra se ha actualizado sola, por su calidad y porque muchos de los temas que aborda siguen vigentes”, finalizó.

 

Sobre el Premio Praxis de Poesía 2017, Araceli Muñoz, integrante del jurado, resaltó que la obra de Carlos Cabrera “tiene una gran resonancia poética, no solo porque toca resonancias profundas que nos identifican con las raíces de Latinoamérica: tiene un hálito poético con una voz sencilla que remite a las voces ancestrales.

 

“La piedra y el aire, título con el que ganó, revive elementos quizá muy sencillos de la naturaleza que se convierten en vehículos para dialogar con la tierra ancestral de nuestro continente, y que, a través de su musicalidad y canto en apariencia sencillos, construye una poesía clara y profunda”.

 

 

Luis Raso, Araceli Muñoz, Miguel Ángel Asturias Amado y  Carlos López